Este artículo me pareció muy interesante. De un niño varón se espera que se porte como «macho», llorar no es de machos (seas niño, joven o adulto) y menos con una película triste…
Esa presión pocos la aguantan, de allí que al crecer desechen emociones tan básicas como la compasión y la empatía.
Cada vez que escucho el término «macho» me viene a la memoria películas mexicanas de los años 40, el charro con la pistola al cinto que ante cualquier provocación en el bar, desenfunda la pistola y mata a quien lo ofendió.
Por eso no es extraño que mientras más «hombre» es un varón, más actitudes como cazar, tomar, dominar a la mujer y mantenerla en casa son tan comunes. Pareciera que aún existe en el fondo de muchos hombres ese trauma de neanderthal desubicado. Es casi como pensar que el hombre macho es un dios, algo inherente a la cultura del machismo.
En este ambiente social, muchos hombres no se sienten a gusto si son vistos mostrando compasión. Porque, a un nivel muy profundo, su lógica y objetivismo están en serio riesgo de ser corrompidos por la emoción- y junto a ello, de perder el control sobre las cosas. Al menos esto es lo que se concibe socialmente. Las emociones están lejos de ser lógicas, porque no pueden ser medidas ni mapeadas. No hay un mercado de las emociones ni un índice de bienestar, ¿cómo se puede medir la compasión, el amor, la odiosidad o la indiferencia? Como productos alimentarios, los animales no pueden ser vistos como seres sintientes. Son unidades de producción, cosas que se pueden controlar y manipular, despojados de identidad, totalmente consumibles.
Los invito a que lean el artículo publicado en ecosofia.org: Come como un hombre, estoy seguro que lo encontraran muy interesante y educativo.
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