Más sangre regada en Guatemala. Hoy fue Facundo Cabral

Verguenza. Eso siento hoy.

Llevamos años con nuestra tierra bañada en sangre de inocentes. Desde la guerra interna las víctimas siempre han sido inocentes y ningún gobierno ni nosotros como sociedad hemos hecho algo por evitarlo.

Nos escondemos, huimos a otros países, vivimos con la angustia de no saber si regresaremos, la angustia de no saber si nuestros padres, nuestros hijos, nuestros familiares y nuestros amigos regresaran a su hogar.

Esos seres de poco cerebro y una cobardía inmensa que andan armados en nuestro país, nos tiene de rodillas. Cientos han muerto por un celular, choferes de autobuses urbanos han caido por no pagar el «impuesto» que los criminales exigen para que sigan trabajando.

Hoy fue la sangre de Facundo Cabral, asesinado cobardemente camino al aeropuerto. Una persona que más allá de su fama internacional fue un artista que cantó a la paz, al amor, y a la vida. En sus poemas hechos canción, propuso el cambio, la felicidad de saber vivir la vida dejando a un lado la basura que venimos cargando con el pasar de los años.

Un maestro de la trova y la canción de protesta, pero más que eso, un maestro que nos quería enseñar que la vida se vive con paz, con amor y con intensidad como lo hace un niño.

Tengo verguenza ante el mundo. Me siento mal y tengo cólera que los cobardes con armas nos obliguen a vivir en un mundillo reducido y saber que no hay luz al final de todo esto. Que todas nuestras opciones «políticas» son una basura que solo nos llevará a más de lo mismo.

Maestro Cabral, gracias por tus inmensos regalos musicales, gracias por haber soñado con los mayas y las montañas de Guatemala. Quiero creer que tu muerte será lo que nos haga reaccionar a los que tratamos de vivir la vida en paz, que tu muerte será el catalizador para el cambio en nuestro país.

Desgraciadamente, seremos señalados por el mundo entero como el país que asesina a gente de paz, porque otra vez hay sangre regada en Guatemala, la de Facundo Cabral cuyo pecado fue ser un hombre de paz.

Que verguenza Dios mio.

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