Hace algunas semanas, mientras iba a dejar a mi hija a la universidad, vi un perro de la calle con un cordón negro atado al cuello y que cojeaba. Demás está decir el estado del perrito. Pero en un principio pensé que era la mascota de un comprador de periódicos (de esos que pasan tocando a las puertas de las casas pidiendo periódicos viejos para comprarlos).
Todo el camino me fui pensando en el animalito y de cual sería su suerte si estaba abandonado. Al regresar, decidí volver al lugar donde lo había visto. Allí estaba. Flaco, sucio y mendigando comida.
Llamé a mi hijo y le pregunté si se animaba a que lo recatáramos. Estuvo de acuerdo así que fui por él para que entre los dos lo hiciéramos. Al llegar personas caritativas de una tienda le estaban dando sobras de comida.