Me parece increíble todo lo que está sucediendo en este 2011. El que pensé que iba a ser una año de abundantes cosas buenas está resultando complicado en asuntos emocionales. Para quienes me conocen o han leído lo que acá escribo, saben de mi gran amor por los animales y la muerte de mi boxer Togo fue un gran golpe para mí porque en él habían muchas cosas sorprendentes y porque más que una mascota, fue un amigo para mi.
Y un año antes, murieron dos grandes personas en mi vida: mi primo Ricardo y mi hermano por elección, Jorge Mario. Sucesivamente estas tragedias personales fueron afectándome mucho, por eso creí que este año sería diferente. Pero me equivoque. A principio de año murió mi tío, hermano de mi viejo. Poco después nos enteramos que un tío, hermano de mi madre, tiene cáncer. Después una perrita rescatada que adoptamos, resultó con hepatitis y casi estaba desahuciada. Afortunadamente la llevamos a tiempo con un gran amigo veterinario que le salvó la vida.
El viernes platicando con una amiga que quiero muchísimo, me cuenta de ciertos dolores que ha estado padeciendo y siento como si un balde de agua fría me cayera encima. Creo que notó mi descontrol y siendo como es (un ser bellísimo) sometió al orden mi falta de positivismo. Ella, un ser tan positivo que irradia una belleza que va más allá de lo físico (es hermosa por dentro y por fuera) me transmitió la tranquilidad que por un momento perdí.